Un día redondo en Burgi, el pueblo de los oficios
El sábado pasamos una jornada memorable en Burgi participando en el Día de la Almadía. Blanqui y Alfonso nos abrieron de par en par las puertas de su casa y la del pueblo, y gracias a ellos pudimos vivir de lleno la fiesta. Nos dieron la bienvenida con un generoso hamaiketako de chorizo del pueblo y queso del Roncal en su casa. A continuación, visitamos el Museo de la Almadía que con tanto cariño han preparado los vecinos. Y con suficiente antelación accedimos a la orilla del río, bajo el puente medieval, para presenciar el descenso de las almadías por la presa. Las maniobras de los almadieros se vieron complicadas este año por la escasez de caudal en el río, pero al final todo salió a la perfección. Después completamos la visita realizando el recorrido por el paseo de los oficios y nos acercamos al mirador de la foz. Llegó la hora de comer. En el frontón estaba todo preparado para que las quinientas personas allí reunidas disfrutáramos de la comida y la compañía. En la sobremesa vino el momento de los homenajes que este año ha tenido como uno de los protagonistas al propio colectivo de voluntarios que durante veinte años ha hecho posible la celebración del Día de la Almadía, y se hizo un homenaje especial a Juantxo García, voluntario fallecido recientemente. Antes de despedirnos y volver a casa tuvimos la oportunidad de conversar un buen rato con Juan Urzainqui, el más veterano almadiero de Burgui. Muy amablemente nos habló de su vida como almadiero y de las condiciones en que se desarrollaba su trabajo.
La vida y el trabajo en los valles pirenaicos siempre han sido difíciles y duras. El despoblamiento sigue siendo hoy en día uno de los problemas más serios a los que tratan de hacer frente sus habitantes. Burgi es un pueblo de tan sólo 235 habitantes, un pueblo que ha vivido y vive de la producción maderera, y quiere seguir vivo. Sus habitantes han hecho de la almadía y el desaparecido oficio de almadiero el centro de una fiesta que ha sabido implicar a todos los vecinos en su conjunto, mayores y jóvenes, integrar el pasado en el presente, reunir a almadieros de otros valles del Pirineo, y atraer a miles de personas de todas partes para disfrutar del tiempo libre en medio de la naturaleza, la historia y, sobre todo, para pasar un día redondo en un pueblo donde los antiguos oficios de montaña son parte de sus señas de identidad.