80 años de anexión: el hachazo
En el Consejo de Ministros del 9 de marzo de 1940 “Se aprueban los expedientes de anexión de Alza a San Sebastián” (1) poniendo fin de este modo a la independencia de la Villa, un hecho determinante para entender la realidad actual de Altza. Del mismo modo que en todos los intentos de anexión anteriores, la iniciativa partió del Ayuntamiento de la ciudad, pero en esta ocasión pudo lograr su objetivo de una forma rápida y efectiva gracias al respaldo del nuevo régimen franquista, vertical y autoritario, surgido tras la derrota de la República en la Guerra Civil. La vieja aspiración del Ayuntamiento donostiarra de apropiarse y disponer a su albedrío del término municipal altzatarra al fin se vio satisfecha.
Con los representantes electos nacionalistas, republicanos o de izquierdas en general, perseguidos, acosados y eliminados física o políticamente, los posicionamientos contrarios a la anexión, defendidos por un grupo de vecinos y alguno de los concejales designados, fueron simplemente controlados, sometidos, y postergados. Estos aspectos políticos de la anexión, así como los referidos a los antecedentes históricos que la precedieron, y otros de carácter económico, o, incluso, simbólico, no han sido suficiente examinados con anterioridad, por lo que nos proponemos ir tratándolos en sucesivas entradas aquí, en Estibaus.
Empezaremos por estos últimos, los de un contenido más simbólico o subjetivo, como pueden ser el uso de de determinadas palabras u objetos, o hechos aparentemente insignificantes, pero que nos acercan al fondo de la cuestión. Por ejemplo, al realizar una consulta somera al último libro de actas de la corporación altzatarra, -que va desde 1936 hasta 1940-, en el que las actas se suceden una tras otra sin interrupción, llama la atención encontrarse con cuatro páginas en blanco detrás del acta de la última sesión celebrada el 30 de septiembre de 1938, presidida por Jesús Guinea Alaña, y delante del acta de la sesión extraordinaria celebrada un mes más tarde, el 31 de octubre, en la que se constituye una nueva corporación, designada directamente por el Ministro del Interior y presidida por Antonio Silva de Herrera. Este corte en la sucesión continuada de actas, sin justificación aparente, y que precede a la primera acta que firmara Silva como alcalde, parece anunciar el corte final que se producirá año y medio más tarde en el libro de actas con la última acta firmada por este personaje oscuro que apareció de la nada como alcalde para, haciéndonos eco de la versión popular, “vender” Altza a San Sebastián.
Hablar de que se produjo una “venta” de Altza nos da pie a ahondar un poco más en el campo subjetivo de las palabras. La literalidad del acta habla de “fusión de municipios”, mientras que en otros entornos también se habla de “unión” o “anexión”. Venta, fusión, unión, anexión. Hablar de venta, aunque no aparezca como tal recogida en ningún documento, es perfectamente comprensible, desde una percepción popular, cuando se ve que se entrega todo el patrimonio municipal a cambio de unos compromisos sin garantías de cumplimiento. En este sentido se expresaban también en Astigarraga los opositores a la “fusión” -que tendría lugar en 1943-, el marqués de Valdespina y una veintena de vecinos más, cuando manifestaban que “muy barata nos parece la compra de Astigarraga” y “el espejo de Alza nos ofrece la imagen de la diligencia con que se cumplen las estipulaciones acordadas con tanto entusiasmo“. Tras conseguir las fusiones de Altza y Astigarraga, San Sebastián intentará sin en 1946 conseguir su objetivo la fusión de Antxo y San Pedro. Esta es la valoración que hacían 112 altzatarras, de Buenavista y Moliano, en un escrito de apoyo a Pasaia: “Que al cabo de seis años de anexión a la Capital, el vecindario de Alza ha quedado totalmente desengañado en las esperanzas, que victimas de un espejismo, pudieron concebir sus Concejales, al acordar su incorporación a San Sebastián, habiendo sufrido en cambio grandes inconvenientes a consecuencia de aquella ligereza, que hoy día todos lamentamos y sufrimos. La triste realidad se condensa en el hecho, de que San Sebastián se ha desatendido totalmente de los problemas e intereses propios del extinguido Municipio de Alza, que al perder su personalidad independiente, ha pasado a ser un arrabal de segundo orden, de igual modo que su vecindario. Esto prueba que el único interés que guiaba a San Sebastián con la anexión de Alza, era el utilizarle de trampolín, para acercarse a Pasajes y suponer existieron en la realidad, para fundándose en ellos, pretender también su anexión, con objeto de obtener las ventajas e ingresos que le proporcionará su Puerto.
En cuanto a los términos fusión y anexión, los dos hablan de unión, pero con ligeros matices significativos. Mientras que la palabra fusión habla de una unión de uno “y” otro, la anexión habla de la unión de uno “a” otro, en la fusión se unen dos para crear uno, en la anexión se incorpora un término municipal en otro. La perspectiva que da el paso de los años no deja lugar a dudas que lo que pasó en 1940 fue una anexión en toda regla y que lo de la “fusión” no fue más que una manera de maquillar las razones de fondo, que no eran otras que terminar con la identidad histórica de Altza.
Y como dicen que una imagen vale más que mil palabras, vamos a terminar estos apuntes sobre aspectos más simbólicos de la anexión con una referencia al calificado como “acto simbólico de la fusión”, que tuvo lugar cuatro semanas después de la resolución ministerial, el sábado 6 de abril, junto a la casa Txaparrene, en Intxaurrondo. Las fotografías de la ceremonia son muy elocuentes. En el lado de San Sebastián la corporación donostiarra con Antonio Paguaga al frente, tirando de pompa y boato, y acompañado por Elías Querejeta, presidente de la Diputación y jefe provincial del Movimiento, y en representación en aquel acto del gobernador civil. Al otro lado de la cinta, como cordero llevado al matadero, la representación altzatarra encabezada por Antonio Silva, con traje militar y boina roja. El gesto central de este acto simbólico pasa por cortar la cinta desplegada a lo largo de la muga que separa ambos municipios, pero en lugar de la habitual tijera, el alcalde donostiarra echa mano de un hacha. Algo del todo inédito y que sin duda su elección no se debe al azar y tiene un contenido simbólico muy claro: acabar de un hachazo con la Villa de Altza.
2020, 5 de Marzo
Altza eta Donostiaren arteko harremanei buruzko komentario honek, ongi ulertu nahi duenarentzat, ez du komentario beharrik. Eta, hala ere, egin egingo dut: arrain handiak txikia jan…
jmi