Las tiendas de comestibles en Herrera
Herripe Auzo Elkartea
Si algo nos está enseñando esta situación es a valorar lo cercano. Estamos viviendo unas semanas difíciles en las que solo caben la paciencia y la obediencia y poco más, sin entender muy bien lo que está pasando, viendo cómo se tambalea mucho de lo que creíamos asegurado. Tenemos muy asumido, que ahora no hay más que aguantar hasta poder recuperar nuestra cotidianidad, mientras interiorizamos las instrucciones que recibimos y aceptamos las noticias sin mucha discusión. Tenemos pues, nuestros movimientos muy limitados. Los recorridos son farmacia, médico y compra de productos de supervivencia.
Llevamos cuarenta días de cierre prácticamente absoluto y parece que va para algo más largo de lo que nos gustaría. No podemos salir de casa nada más que a la compra inmediata y próxima. Y ¿Qué tenemos? Pues… tenemos la bendita tienda de comestibles, de las de toda la vida, a pie casi del portal. La que nos está sacando de apuros, en la que hacemos nuestras compras y las de las vecinas, sin hacer cola, sin esperar demasiado y luego volvemos a casa, a nuestro retiro. Algunos, en el recorrido van dejando el recado en las casas de los que no pueden salir. Porque eso es vecindad y eso funciona sin que nos lo recuerde ninguna institución.
En Herrera tenemos esas tiendas, pocas pero valiosas, porque ha llegado el momento de recuperar el valor de lo cercano y debemos recordarlo cuando todo esto que aguantamos y a lo que es difícil poner nombre, haya pasado.
Durante las últimas décadas hemos visto como la tendencia institucional era la de animar a la implantación de grandes superficies sin tener en cuenta o sin importarle que iban a provocar la muerte lenta del pequeño comercio. Eso sí, mientras esto ha ocurrido y ocurre hoy, el discurso ha sido y es, ambivalente y resbaladizo.
La reflexión es un concepto muy utilizado por las instituciones. Pensemos, dicen, en la ciudad que queremos. Pues ahí lo tienen: queremos reactivar el comercio de proximidad en los barrios, porque lo necesitamos cuando vienen malas y peores, cuando nos tenemos que limitar a desplazamientos que no superen los 300 metros y porque una ciudad ágil y moderna debe también tener en cuenta el factor de cercanía. Sin duda, los vecindarios tendríamos que retomar costumbres casi olvidadas para algunos y facilitar la convivencia entre las grandes compras y el sostenimiento económico del entorno próximo apoyando al pequeño comercio que, es indudable, si no vende no puede subsistir.
Nos gustaría pensar que algo va a cambiar después de esta dura lección. La institución municipal no tiene la culpa de lo que nos pasa, además, parece que nadie la tiene, pero sin duda tiene la posibilidad y los medios, cuando pase todo eso, de hacerse un análisis y rectificar su política económica para que reconozca y apoye iniciativas que facilite la supervivencia de las tiendas de barrio que están demostrando ahora lo importantes que son cuando no se puede coger el coche, ni el avión, ni la bici. Nuestros barrios necesitan el comercio de proximidad y nada mejor que soportar una situación límite para sacar a flote las carencias.
HERRIPE/HERRERA (ALTZA)