El caserío Juanatxone y las dotes “para acomodo de doncellas pobres huérfanas”
Iñigo Landa, Juan Carlos Echeveste
Juanatxone es un sencillo caserío de Molinao del que tenemos noticias desde finales del siglo XVI. Su historia tiene una particularidad que le distingue: durante más de dos siglos, y por una disposición testamentaria hecha en 1653 por su propietario, el comisario de la Inquisición Juan de Layda Villaviciosa, las rentas producidas por el caserío fueron destinadas a dotar a doncellas huérfanas pobres de Donibane para el matrimonio.
En la sociedad tradicional las expectativas de futuro que tenían reservadas para las mujeres se limitaban prácticamente al matrimonio o a la vida religiosa. Para ello, la familia de la joven tenía que estar en condiciones de poder aportar al matrimonio una dote que pasará a ser administrada por el marido o, en su caso, por el convento. [1] Reunir la dote, obviamente, no estaba al alcance de todas, y una de las vías que les quedaba para poder casarse era recurrir a una institución de beneficencia, como es la obra pía “para acomodo de doncellas pobres huérfanas”.
En Altza solo conocemos dos ejemplos de esta práctica, uno de ellos es el caso de María Manuela Ibarburu [2], y el otro el del caserío Juanatxone.
El origen y la historia de Juanatxone [3] son similares a los de otros muchos caseríos: alguien enriquecido en el comercio, o en otros negocios, invierte sus beneficios en tierras; si en dichos terrenos no existe previamente una vivienda, mandará construir una casa y contratará un inquilino/casero para que cuide de la casa y de sus propiedades, y le proporcione beneficios. Las ganancias que se obtienen generalmente revierten en el patrimonio del propietario, pero en el caso de Juanatxone, y esto es lo que le hace peculiar, los rendimientos tendrán un destino benéfico, en concreto “para acomodo de doncellas pobres huérfanas naturales de ella [Pasai Donibane]“, tal y como queda recogido en el documento de 11 de diciembre de 1806 sobre la compraventa de Juanatxone, escritura que nos va a servir de guía en este artículo. [4]
La obra pía fue fundada por el licenciado Juan de Layda Villaviciosa (1598-1660). Presbítero, nacido en el seno de una de las familias principales de Pasai Donibane [5], fue comisario del Santo Oficio en “San Sebastián y sus puertos”, inquisidor general en calidad de capellán en el tribunal de Corte, y notario del secreto en el tribunal de Logroño. [6]
Juan de Layda recibió Juanatxone tras sucesivas herencias y donaciones de sus hermanas Mariana, Paula y Ana María. En el testamento paterno [7], este manifestó su voluntad de que su hijo Juan fuera presbítero y viviera en la casa principal de la familia, la casa Palacio de los Villaviciosa, -ubicada junto al actual embarcadero de Donibane y el humilladero de La Piedad-, al tiempo que dejaba a Mariana, mejorada en quinto y tercio, la propiedad de dicha casa Palacio y la casería Juanatxone, entre otros bienes raíces. A Ana María y Paula les quedará la legítima. Se da la circunstancia, importante para este caso, de que Ana María era una mujer enferma, necesitada de continuos cuidados y de la ayudada económica de sus hermanos.
Mariana, la heredera mejorada, morirá sin descendencia, dejando las propiedades familiares por testamento a su hermana Paula, monja en el convento de la Concepción de Eibar. Los gastos ocasionados por la enfermedad de Ana María acabarán con las posibilidades económicas de ambas hermanas, las cuales se verán en la necesidad de donar sus derechos sobre las propiedades a su hermano Juan, asegurándose, a cambio, un mantenimiento suficiente. De esta manera, Juan de Layda concentrará toda la propiedad familiar, incluida Juanatxone. [8]
En 1653, el clérigo Juan de Layda hará testamento [9], nombrando como heredera universal a su hermana Ana María.
Ese testamento, sin embargo, será modificado un año más tarde por un codicilo que introducirá cambios trascendentales. [10] A su hermana Ana María le dejará el usufructo de todos los bienes, y, cuando ella fallezca, todo ese usufructo pasará al joven Juan de Layda, menor de trece años e hijo natural del clérigo, al que presenta en el documento como sobrino de Ana María.
A continuación, dispone que a la muerte del “sobrino de Ana María”, los bienes raíces no se podrían enajenar ni vender, aunque su hijo tuviera sucesión, debiéndolos destinar a la dotación y casamiento de una huérfana que fuera natural de Pasai Donibane, “comenzando por las que fueren más çercanas deudas mias en esta manera que la primera aya de ser de parte de padre y la segunda de parte de madre y en esta conformidad y aran alternando cada año”.
Con todo aparentemente bien atado, los últimos días de vida de Juan de Layda y los inicios de la obra pía estarán marcados por la irrupción en los documentos de Mariana de Yllargui, prima de los Layda Villaviciosa.
Encontrándose Juan de Layda en el lecho de muerte, -muere el 2 de marzo de 1660-, firmó un papel modificando el codicilo del testamento en la que manifestaba su voluntad de que los primeras doncellas beneficiadas por la obra pía fueran Mª Cruz y Mª Josefa Arizabalo, hijas de Mariana de Yllargui, aunque estas no fueran ni huérfanas ni pobres. Más adelante, Juan de Sabana, albacea testamentario de Juan de Layda, testificará la autenticidad del papel y añadirá que “hauia considerado las obligaçiones que tenia a Mariana de Illargui su prima” para explicar los cambios introducidos.
Cuatro años más tarde, Ana María Layda, un mes antes de morir, hará testamento designando a Mariana de Yllargui como testamentaria, albacea y heredera universal de todos sus bienes raíces y muebles, en agradecimiento de los cuidados y atenciones que recibió de ella. [11] Su decisión viene a contravenir del todo las condiciones estipuladas en el codicilo del testamento de su hermano. En primer lugar, anula los derechos del hijo natural de su hermano porque “no le pudo nombrar por su heredero al dicho Juan de Layda por sser como fue y quedo por hijo suyo auido y tenido siendo el dicho mi hermano saçerdote de missa como ello es publico y notorio en el dicho lugar del Passaje”. Pero, sobre todo, afecta a la obra pía fundada por su hermano, destinataria final de los bienes raíces.
Todo ello desembocará en 1667 en los tribunales. Los albaceas testamentarios encargados de la administración de la obra pía, los sacerdotes Juan de Sabana, de San Pedro, Domingo de Gozarain, de Lezo, y Juan Chacón, de Donibane, [12] pleitearán contra Mariana de Yllargui consiguiendo que sea condenada a devolver los bienes y las rentas de los Layda Villaviciosa.[13] Por los testigos presentados por Mariana de Yllargui sabemos que el joven Juan Layda, con derecho al usufructo de los bienes de su padre, partió a América y no volvieron a tener noticias de él, por lo que le daban por muerto.
A partir de esa sentencia, las rentas producidas por Juanatxone seguirán sirviendo a los fines fundacionales de la obra pía, hasta 1806, año en que se produce la venta del caserío y sus pertenecidos. La venta vendrá obligada por el cumplimiento de lo dispuesto en la Real Célula del 21 de octubre de 1800 [14], en el marco de las desamortizaciones que tuvieron lugar entre finales del XVIII y mediados del XIX.
En aplicación del reglamento recogido en la Real Célula de 1800, el Ayuntamiento de San Sebastián sacó a subasta Juanatxone el 12 de septiembre de 1804, por un valor de 27.392 reales de vellón, cantidad rematada por el altzatarra José Ignacio de Berrondo, por encargo del pasaitarra Santiago de Baldespina. La compraventa se completó dos años más tarde, el 11 de diciembre de 1806, quedando Baldespina con la propiedad plena del caserío Juanatxone. José Ignacio Berrondo, que ya era inquilino de Juanatxone antes de la compraventa, lo seguirá siendo después como inquilino de Baldespina.
La obra pía fundada por Juan de Layda Villaviciosa, por otro lado, ahora sin las rentas de Juanatxone, continuó dotando a doncellas pobres y huérfanas de Donibane, al menos hasta 1872, administrada por el Ayuntamiento de Pasaia.
Entre tanto, el caserío Juanatxone sobrevive en nuestros días ofreciendo testimonio de los cambios profundos habidos en todos los órdenes de la vida a lo largo de sus cuatro siglos de historia.
Notas:
[1] ROQUERO USSIA, Charo: Historia de las mujeres en Euskal Herria. Txalaparta, 2019, pp. 141-151. Ídem: La vida cotidiana en Altza en los siglos XVII y XVIII. Artiga Bilduma 2, AHM, 1997, pp. 49-53.
[2] 1810-09-12, Donostia: Memoria fundada para dotación de doncellas. La ciudad de San Sebastián vende a Joseph Domingo de Casares y Mª Manuela de Ibarburu, ambos vecinos de Altza, un terreno situado entre el caserío Sasoategi y el molino. Mediante esta venta, la Ciudad de San Sebastián, patrono de la obra pía fundada por Pedro Paz y Zumeta para doncellas, realizó el pago de la dotación que le fue reconocida a Manuela Ibarburu el 8 de septiembre de 1805. Fuente: Archivo familiar de Miren Mendarte Casares (caserío Casanao), Colección Local de Altza, L8876.
[3] Nombres y variantes del nombre del caserío Juantxone: Buena Vista (1594); Villaviciosa (1601, 1651); Juanchorena (1635); “Villaviciosa y por otro nombre Juanecherenecoa” (1654); “Villaviciosa y por otro nombre Juanchorenecoa”, Juanchorenequoa (1667); Juanchorenequa (¿166-?); Joanasorene (1703); Juanachorenacoao (1719); Juanachone (1764); Juanechenea (1782); Juanachonea (1805); Juanchone (1861); Junatxene (1894).
[4] 1806-12-11, Pasaia: Venta de la casería Juanatxone sita en Altza por los capitulares de la Villa de Pasaia a favor de Santiago de Baldespina, vecino de esa villa, en la cantidad de 27.392 reales de vellón. Archivo Histórico de Protocolos de Gipuzkoa, GPAH-AHPG 33470-A-022000r-22200r.
[5] Juan Layda Villaviciosa era hijo de Juan de Layda y Marta de Latorre, nieto de Bernabé de Layda y Ana de Villaviciosa, biznieto del almirante Juan de Villaviciosa. Juan de Villaviciosa y su hija Ana aportaron al contrato de matrimonio de Juan de Layda y Marta de Latorre la mitad de los bienes raíces que poseían más una cantidad de dinero, mientras que la familia de ella aportó dinero y ajuar (1594-12-09. AGG-GAO COECI1541 92r-97r). Entre los bienes raíces se encontraba la casería Juanatxone (entonces llamada Buena Vista), siendo esta la primera cita que tenemos del caserío; esto nos permite relacionar el origen del caserío y el nombre Juanatxone con el almirante Juan de Villaviciosa. El honor del apellido Villaviciosa puede explicar también la razón de por qué los hermanos Juan, Mariana, Paula y Ana María optan por utilizar como segundo apellido Villaviciosa en lugar de Latorre, apellido de la madre.
[6] CONTRERAS, Jaime; CRISTÓBAL, Ángeles: “Logroño y el Santo Oficio del Reino de Navarra: centro de control social, centro de poder”. En: Historia de la ciudad de Logroño, III, pp. 71-91.
[7] 1609-06-13. Testamento de Juan de Layda. AGG-GAO COECI1541, 97r-99v.
[8] Donaciones a favor de Juan de Layda por parte de sus hermanas Paula (1651-12-05) y Ana María (1656-12-10). AGG-GAO COECI1541, 19r-24v.
[9] 1653-05-15. Testamento de Juan de Layda Villaviciosa. AGG-GAO COECI1541-3, 33v-36r.
[10] 1654-11-03. Codicilo de Juan Layda Villaviciosa AGG-GAO COECI1541, 4r-7v.
[11] 1664-09-29. Testamento y donación de Ana María de Layda Villaviciosa. AHPG-GPAH 30513 53r-55v.
[12] Cuando estos fallezcan, el cumplimiento de esas funciones quedará en manos del vicario de la parroquia de San Juan y de tres regidores de Pasai Donibane. Contamos con dos ejemplos del cumplimiento de esta disposición. Uno es de mediados del siglo XVIII, en la que un sacerdote sanjuandarra actúa como administrador del caserío Juanatxone en un litigio con el propietario del caserío Akular sobre la propiedad de un robledal [Hacia 1750. Solicitud de Cristóbal de Aduriz, vecino de Altza, dueño del caserío Akular, en relación al pleito que trata con el vicario de Pasai Donibane, Marcos de Larramendi, administrador del caserío Juanatxone. Hondarribiko Udal Agiritegia, E-7-IV-16-1. Colección Local de Altza, A4751]; y el otro lo tenemos en la escritura de compraventa de Juanatxone de 1806, ya citado, en el que figuran miembros del concejo de Donibane como administradores de la obra pía.
[13] 1667-12-24. Sentencia del pleito por demanda de Juan de Sabana, Domingo de Gozarain y Juan de Chacón, testamentarios y administrador nombrados por Juan de Layda, contra Mariana de Illargui. AGG-GAOCOECI1541 111r-113r.
[14] “Real Cedula de S. M. y señores del Conseio: por la qual se manda guardar y cumplir el Reglamento inserto… para la enagenación de los bienes raices pertenecientes a establecimientos piadosos…”. En: Biblioteca Valenciana Digital. Las propiedades que a lo largo del tiempo iban quedando vinculadas a mayorazgos, o a la Iglesia, por medio de donaciones, fundaciones, etc., no se podían vender y quedaban fuera del mercado de compraventa, resultando poco productivas. Eran conocidas como “manos muertas” y desde el punto de vista ilustrado y liberal, la imposibilidad de venderlas y su deficiente administración lastraban la economía. Las serias dificultades económicas que arrastraba la hacienda del Estado a finales del siglo XVIII, agravadas por los quebrantos ocasionados por guerras, como la de la Convención, llevaron al gobierno a publicar el Real Decreto desamortizador de 19 de septiembre de 1798, ordenando la venta de los bienes vinculados a la Iglesia, como obras pías, patronatos, etc., entre los que se encontraban Juanatxone y sus pertenecidos.
Los documentos referidos a Juanatxone (originales y transcripciones) citados en el artículo se pueden consultar en la Colección Local de Altza, haciendo clic aquí.
2022, 10 de Marzo
Artikulo interesgarria, nere auzokoa gainera. Gertu bizi naiz,etexetik ikusten dut eta. Lan ederra