Excursión al corazón de la Bureba, sábado 18 de junio de 2011
Alberto
Con puntualidad que a lo largo de todo el día pondría de manifiesto a una perfecta organizadora -Maribel-, atenta al grupo y a cada uno de nosotros hasta el mínimo detalle, con una eficacia entreverada de cariño, y en manos de Daniel, que se revelaría, además de un seguro y profesional guía, como un encantador compañero de excursión a lo largo de toda la jornada, partimos de Altza.
El destino, Poza de la Sal; nuestra anfitriona, la pozana-altzatarra Lucía.
Al entrar por la puerta natural de Castilla, el desfiladero de Pancorbo, Lucía -todo salero, como no podía ser de otra manera- nos introdujo en materia con ajustadas localizaciones y encantadoras poesías y recuerdos de su infancia en los campos de la Bureba.
Comenzamos por donde se debía, subiendo al castillo de Poza, secular vigía desde la Antigüedad de los caminos entre Castilla y el Cantábrico, nido de águilas desde donde cobra todo su sentido el sobrenombre de la villa: el balcón de la Bureba.
Deliciosa bajada hacia el pueblo por los restos del palacio y del sistema defensivo, romántico camino de viejas piedras, entre cardos, tomillos y amapolas, que habla, como lo hará toda Poza, de viejos sufrimientos y afanes antiguos. Entrando al recinto amurallado por puerta guerrera nos topamos con la Puerta de las Eras, cuyo sólo nombre evoca sosiego, todo un mundo rural.
Sabor único de casas, calles y plazuelas, cuyo cuidado habla del amor de sus habitantes a su tierra. Iglesia de exterior austero que encierra sorpresas góticas y renacentistas que tras la puerta del Conjuradero, compás histórico de la vida de Poza que comunica la Plaza Vieja -fuente y castaño-, epicentro de la vida social durante siglos, centro económico de un mundo agrícola, con la Nueva, terraza que se abre al Alfoz pozano, a tiempos nuevos a caballo de los siglos XIX y XX que evocan ambas ritos, devociones y fiestas de un mundo pasado pero a un tiempo vivo.
En todo este descubrimiento, que comenzó con el museo de la radio y el espacio medioambiental Félix Rodríguez de La Fuente, cuya casa natal también conoceríamos, nos guió Esther, responsable de cultura del ayuntamiento.
Pero sería la segunda parte de la visita la que dio medida del nacimiento-antes aun que en su actual emplazamiento- naturaleza y razón de ser de Poza: la sal.
En el interesantísimo Centro de interpretación de las salinas, antigua casa de Administración de las mismas, conocimos de la mano alegre y pedagógica de Jesús, la naturaleza geológica de la sal, sus modos de extracción, su secular importancia en la vida humana. Ellas dieron lugar a la Sabionca autrigona y a la Flavia Augusta romana, hasta la Poza de hoy. Tras ello visitamos Fuente Buena y el acueducto, el diápiro, la Magdalena y, por fin, las salinas, cerrando así el ciclo comenzado en el castillo que las protegió y a las gentes de de ellas vivieron.
De la decadencia de las explotaciones y su abandono al filo de mediados del siglo XIX, revive Poza enseñándonos -a través del turismo cultural y natural- su esencia y su tesoro de Sal.
Recuerdo de una jornada inolvidable en la que disfrutamos de la camaradería, el paisaje, las tierras y de las gentes, de cuya vida a través del tiempo tanto hemos aprendido. Tan indeleble como las ofitas, aunque nos lleváramos otros recuerdos, efímeros pero igual de sabrosos.
Lucía grabando en el Museo de la Radio de Poza
El álbum de fotos en Facebook.
2011, 28 de Junio
Asko gustatu zait artikulua eta kriston pena sentitu dut zuekin egun horretan ez egoteagatik.
Eutsi horri!
Badira trenak behin bakarrik pasatzen direnak baina ni geltokian nago hurrengoaren zain!
2011, 28 de Junio
Ezer gutxi gehi daiteke Albertok artikuluan esandakoari. Erabili duen azken hitza, “sabroso”, bikaina da eta ondo baino hobeto laburtzen du txangoa izan den: zaporetsua eta mamitsua.
Eskerrik asko, Lucia, zure Poza eman diguzulako.