«aiuntados en el campo
de Estibaus segun que lo havemos de uso de costumbre de nos juntar...» (Altza, 1390)

Arg: Gorka Queralt (2001)

El casco histórico de Altza es un pequeño núcleo central de una población históricamente dispersa, que concentra en sus pequeñas dimensiones, desde la Edad Media hasta la actualidad,  una rica variedad de testimonios de carácter histórico, político, religioso, cultural y simbólico que merecen ser tomados en consideración y protegidos en su conjunto. Estos edificios y elementos están articulados en torno a los dos únicos edificios que actualmente gozan de algún tipo de protección, la casa consistorial de Altza y la iglesia de San Marcial, catalogados en el PEPPUC como elementos aislados, pero que en realidad están profundamente ligados entre sí desde sus orígenes y han conformado junto con los demás elementos que componen el casco histórico un lugar singular a proteger.

Tenemos que hablar en primer lugar del solar que ocupa la casa que hoy conocemos como Elizalde y que corresponde a la casa solar Estibaus. El nombre de la casa y apellido Estibaus se cita por primera vez en 1390, cuando un grupo de altzatarras se reunió en el “campo de Esibaus”, -”según que lo havemos de uso de costumbre de nos juntar”-, para levantar la primera iglesia de San Marcial. Aquella universidad de Altza que se reunirá en adelante como concejo en San Marcial, levantará la primera casa concejil en el siglo XVIII.

Pegante a la iglesia de San Marcial se encuentra la casa del médico, Barbotegi (Barberotegi, casa del cirujano), citada por primera vez a mediados del XIX. Una casa sencilla, de estilo rural, como lo es el ayuntamiento, y con personalidad propia en el espacio que ocupa. Al otro lado de la iglesia, calle abajo, se encuentra el caserío Aduriz -popularmente conocido como Auditz-, casa solar originaria de ese apellido tan estrechamente ligado al devenir histórico altzatarra y único caserío que queda en el casco.

La casa Aizpurutxo, Arteaga y las antiguas escuelas municipales, -actualmente sede del hogar de las personas mayores-, son los edificios centenarios que completan lo que queda del grupo de casas que conformaban el casco altzatarra. En la memoria quedan los nombres del resto de casas desaparecidas, Txapinene, Casanao, Seroretxia y Goikoetxea.

Junto con los edificios, la plaza, el espacio público del casco ha sido, y sigue siendo, escenario de numerosas actividades de carácter festivo, lúdico y deportivo que habría que preservar. Las fiestas de San Marcial, la afición por la práctica de la pelota en el frontón, el juego de bolos y las pruebas de bueyes son ejemplos de ello. La piedra de arrastre más vieja de las dos que hay en el probadero es un elemento del patrimonio a cuidar.

Formando parte del casco histórico, tenemos el cementerio de Altza. Orientado a poniente, un tanto apartado por exigencias del crecimiento demográfico y cuestiones de sanidad de mediados del siglo XIX, con su construcción quedó atrás la costumbre secular de sepultar a los muertos en el interior de la iglesia de San Marcial. El cementerio de Altza, con sus sucesivas ampliaciones, sigue siendo un lugar referencial para los altzatarras donde guardar y recordar a los familiares que nos han dejado.

Asimismo, el entorno de la plaza ha sido el lugar elegido a lo largo de las últimas décadas por distintas iniciativas populares como lugar para el recuerdo y el homenaje. El busto del popular vecino Bixente Iruretagoiena (Sergio Priego, 1996) delante de la casa Barbotegi; la escultura-homenaje a Mikel Zabalza (Paco Mateo, 2005), víctima de la tortura, junto al frontón; la escultura Lau Haizetara (Anton Mendizabal, 2006), dedicada a los euskaldunberris entre la carretera y el probadero; y el mural dedicado a San Marcial en el frontón, en la cara exterior del frontis.

Todos estos elementos confieren al casco de Altza es su conjunto una personalidad singular que necesita ser cuidada y protegida en el Plan Especial de Protección del Patrimonio municipal.