Pinceladas (I)
Elena Arrieta
Kaixo, hola, ¿qué es? Es algo barato, por lo que no se pagan impuestos, que acerca y sin embargo… ¡qué caro lo vendemos! Es, ni más ni menos, un saludo.
Pongamos una calle cualquiera, una calle no muy transitada porque de serlo ni se plantea uno el saludar. Puede ser, el camino viejo de Ategorrieta, la zona de Molinao, el camino del faro, un paseo por el antiguo paso del tranvía Herrera/Ategorrieta. Por ahí, frente a ti, viene esa única persona con la que te vas a cruzar. Va más o menos presurosa, como tú. Metida en sus pensamientos, como tú. Se fija en ti, como tú en ella… ya nos vamos a cruzar y… esa persona baja la vista o la desvía, como tú. Hemos vuelto a perder la oportunidad, las dos, de regalarnos algo que no tiene precio: Kaixo, hola.
Te miras dentro de ti y no entiendes por qué lo has hecho, te dices que no hay ningún motivo; lo analizas y resulta que el decir: Kaixo, Hola, no tiene nada en contra. Y te planteas: Saludaré a la próxima persona con la que me cruce: Ahí viene. Tú ya te has decidido. Se acerca y ¡qué pena! Tú no bajas la mirada e intentas decir Kaixo, hola, pero ella baja la mirada, ¡otra oportunidad perdida!
Y al día ¡cuántas de ésas! Así que te dices: las ciudades se están haciendo frías. No existe la comunicación. ¡Con lo necesaria que es según nos repiten hasta la saciedad psicólogos, médicos de cabecera, etc.! Pero no es verdad que la culpa sea de las ciudades, de la sociedad, es decir, de los demás.
Nosotros, hombres y mujeres, mujeres y hombres, somos los que nos estamos enfriando. Parece como si lo lejano, los problemas mundiales (sin quitar ninguna fuerza a su importancia) aquello que nos implica más como colectivo que como individuo mereciera más nuestra consideración. Nos cuesta ver a nuestro vecino, al cotidiano con el que te cruzas todos los días, sea quien sea, como una persona, como todo un universo al que hay que respetar y mirar con simpatía, empezando con algo tan barato, tan grande y tan bonito como Kaixo, hola. No es mucho, abre muchas puertas y facilita la convivencia.
2009, Urtarrilak 25
Aunque envío este comentario un poco tarde… más vale tarde que nunca.
¡Qué razón tienes!
Pienso que se nos están olvidando esas pequeñas cosas, esos pequeños detalles que como muy bien dices no cuestan dinero y hacen la convivencia más fácil.
Creo que nos estamos volviendo cada vez más individualistas y cada uno vamos “a lo nuestro”. La verdad es que a mí me da muchísima pena. Es una reflexión que yo también había hecho.
¿Qué nos está pasando? ¿Qué estamos haciendo? Estamos perdiendo los valores más fundamentales.
Espero que no sea tarde y seamos capaces de darle la vuelta!!!
Sin más, FELICITARTE POR TU REFLEXION Y POR HABERLA COMPARTIDO. CHAPEAU, Elena!!!