Joxepi Atorrasagasti
Hoy veo mi barrio con mirada triste, me fijo en su aspecto, más moderno, frio, convencional, impersonal, puede encajar en cualquier lugar, transformado más como zona de paso que como centro de convivencia y me doy cuenta de la dificultad que tienen los recuerdos para encontrar su sitio en esta realidad.
Esta tarde me han dicho que Joxepi Atorrasagasti ha muerto y estos recuerdos se reavivan ante una noticia así-. Joxepi pertenecía a ese tipo de gente solidaria y discreta que no salen en las reseñas ilustres de la ciudad pero que ayudaron a solucionar muchos de los problemas de un vecindario como el de Herrera en esa larga y dura postguerra; problemas que ahora desde la distancia parecen pequeños pero que en su momento fueron muy grandes y sin ninguna duda, insalvables de no ser por el buen hacer de mucha gente que, como Joxepi, ayudaron a reconstruir el barrio y reavivaron la comunidad.
Desde bien joven ayudó a sus padres, Erasmo y Petra, en la droguería y mercería que tenían en lo que hoy es el 127 de José Elosegi. Esos mostradores sabían mucho de problemas, “No te preocupes, llévalo porque lo necesitáis y ya me pagarás cuando puedas…” de conversaciones, “¿Puedo llamar por teléfono?“, de soluciones “No te hace falta llevar tanta tela. Con menos, si cortas de aquí y de allí -ya te marcaré yo- puedes sacar para las mangas“…
Quién en Herrera no se acuerda de aquellos gozokis, aquellos caramelitos de goma que nos regalaban, primero Erasmo y luego Joxepi, a todos los niños que entrábamos en la tienda y nos aupábamos en aquel mostrador que nos parecía tan alto. A veces, sólo se veían dos pequeñas manos y Joxepi se inclinaba para mirar aquella carita que no llegaba en altura, y que pedía, más con la actitud que con las palabras, algún caramelito de goma.
Aquella silla en el ángulo de los mostradores de la mercería, en la que nos hemos sentado todos los que acompañábamos a la madre a por botones, o telas a buen precio para hacer las batas, o hilos, o corchetes… “no te muevas de aquí y pórtate bien…” En Herrera todos los chavales sabíamos que si teníamos algún problema en la calle, o nos habíamos caído, entrábamos en la tienda de Erasmo porque allí estábamos seguros. Ellos se encargaban de curarnos con agua oxigenada, nos sentaban en la silla y sólo nos quedaba esperar a que vinieran a buscarnos de casa.
Joxepi se ha ido, con el estilo discreto que siempre ha tenido, sin molestar, y con ella miles de anécdotas, muchas confidencias que se ha llevado porque eran sólo suyas y de su época. A algunos sólo nos queda un profundo agradecimiento por dejarnos a varias generaciones unos bonitos recuerdos de la vida de Herrera.
Elena Arrieta Yarza
Herrera (Altza)
23 de Mayo 2015
2015, Maiatzak 26
Gracias Elena, de todo corazón. Lo ha leído MªAngeles en el adiós que le hemos dado y nos ha emocionado un montón. Un beso. Ricardo